domingo, 28 de octubre de 2007

Maleable

Mis piernas están adaptadas a esta tierra, pero la planta de los pies no.
Mis manos adoran la piel blanca, el tacto reclama una piel de indio como el cartón.
Los ojos ven tantas ventajas, la retina sólo reprocha las desventajas, el iris, la pupila y el nervio óptico hace días que se mudaron al museo de los muertos de cera, y no piensan opinar.
La boca mantiene una batalla campal con la descalcificación de los maxilares.
Los maxilares sostienen un contencioso con las mandíbulas.
El cuello nunca besado, esta erecto como un pene, baja su rudeza por la espalda y se aloja en la nalga izquierda. Todo mi dolor se acumula como montañas de angustia en los glúteos, por eso los regalo, se lo doy de comer a los lobos y por las noches cuando no hay lobos ni perros, se los doy gustoso a las ratas flamelicas y astutas.
El torso sigue dividido como todos los que creen en el monoteísmo.
El pene es tan enorme y tan pequeño según la serótina con la que despierte.
Mis ojos son dos pantallas con leyendas claras y concisas, dicen todo de mí,
quien tenga la capacidad para entender y perdonarme que lo haga,

Mis piernas, rodaron cuesta abajo del Parc Güell y llegaron en un santiamén a Marsella.

Mis labios se están agrietando y ha salido prematura una mancha de pecado, en la mejilla derecha, es la falta de etilo, o de infelicidad, ultimamente soy tan feliz, tanto que mi silueta no se puede comparar con la sombra de un palillo de dientes.

Mi aliento son todas las comas y puntos, que le faltan a este texto: Apestan agradablemente.

viernes, 26 de octubre de 2007

"Mordor" (Para la Vicedo)


La luna no tiene voluntad,
Las ánforas de las bodas de Cana no tuvieron voluntad,
Lo más frágil de Mariana es la voluntad, esta ligada a su soledad mórbida.

Loca, debe estar loca, la normalidad se reduce al control de los impulsos, eso los artistas no lo conocen. Mariana esta bailando de nuevo en el precipicio del infierno, sabe que si cae no volverá a levantarse, se asusta y corre, abrazada a un milenario árbol desconocido y sibilino, para consolarse.

Nadie sabe por qué sufre, nadie sabe porque busca la muerte, ni ella misma.
Ahora camina por la barandilla de su puente preferido del Sena.
Mañana estará en un columpio falso, abajo le esperan dagas y dagas hipnotizadas.

Mariana quiere terminar, pero no sabe por qué, ni cómo.
Eso le causa mordor. Mucho mordor

domingo, 14 de octubre de 2007

La difuntita


Supe que estaba muerta porque sujetaba contra su pecho con tanta fuerza, sus extremidades superiores, y no dejaba que la sombra de sus brazos escapara.

Allí emprendí que lo último que perdemos al morir es la memoria, maldito pasado encapsulado en actos, actitudes y falsas costumbres.



El resto del cuerpo era evidente que estaba occiso, ese color de jabón de pobres, que tienen los cadáveres, un cuerpo anuncia con color de insípido detergente cuando comienza a ser solamente desintegración. No hay nada que sea tan cruel con sí mismo que el cuerpo humano.

Murió pensando en otra persona, si hubiera estado pensando en ella los brazos no aprisionaran el pecho, sino el estómago.


Lo bueno de todo es que murió, sino que hubiera sido de esa pobre piltrafa, atrapada por la dualidad general en la que vivía. Los amigos cayeron uno a uno de su árbol, la fortuna la dejo desde que decidió entregarse a los placeres sin límite, y así quedo, empalada en sí misma, sin que nadie la venga a enterrar, con color de jabón de Marsella y olor a podredumbre.

Pobrecita la difuntita.