jueves, 17 de abril de 2008

Si vas a fumar... . escondete en los aseos.


Esta vida es tan impredecible, y la estamos llevando a unos extremos que tendré que volver al slogan de los 2000, más Platón y menos Prozac.

Ahora que vuelvo a realizar un vida más o menos normal, sin estar por las noches limpiando, la mierda del aire con los pájaros, comienzas a llamar a los amigos, los que se hartaron de tus horarios y negativas, logras convencer a la gente de que regresemos a los hábitos sanos, como volver a reunirnos una vez al mes y cenar, compartir y querernos.

Como me tocaba por tener más historias que contar, encargamos a un amigo que reservará en un buen restaurante de Barcelona.

Cuando llegamos, el sitio era de “No fumadores”, pero era tan tarde para cambiar, que decidí que para una vez, no importaba salir como apestados a fumar el pitillo a la calle.

Recordé mis días en Castilla, y lo rico que es fumar después de cada tiempo en la comida, por supuesto que en la tertulia el tabaco desganaría a la mitad de los asistentes que somos del nuevo grupo de los apestados.

La resignación no se percibía en el aire y menos cuando comencé a quejarme de uno de mis viajes que tenía que hacer una escala en Heatrow y tuve que fumar un cigarrillo como delincuente en los aseos y salir corriendo antes de que las alarmar comenzaran a vociferar.

Otro de mis amigos habló de las nuevas tendencias de los tiempos, y la reglamentación de los aeropuertos para dejarte llevar los líquidos en abordo, pasar los controles sin zapatos, en largas colas como deportados en la época Hitleriana.

A Sole la habían despedido, contó su historia.
Y me dejo pensando tanto cuando expreso:

“Pasa lo mismo en los empleos, tu cumplimiento ya no basta porque debes someterte al sistema, juegan con nuestra siempre incierta integración, y son menos considerados con los que tienen la necesidad del trabajo, son chantajes puramente económicos y retorcidos, en casi todas las empresas existe un afán preferente por el sometimiento, atiborran tu cabeza con los mensajes inmersos en palabras, mensajes que inculcan miedo, porque para la gente que no es capaz, con su inteligencia de dirigir, el método más sencillo es desintegrar, porque es más fácil controlar a las personas cuando los temores las dominan”

Regresé a casa, reflexionando y pensando en mis antiguos compañeros de trabajo, que por veteranos o por la necesidad económica que tienen, se ven obligados a soportar.

Todos empezamos a sentirnos mal, y Manel cerró la cena contando la historia de Eva, la cándida Eva una gran diseñadora de ropa e historias, discreta, amigable y de apariencia integra, pero en su interior infectada de una maldad enfermiza. (Cualquier parecido con la realidad de otra persona es mera coincidencia)


A media noche, estaba metido bajo mi edredón de plumas, como quien regresa al vientre de la madre, terminamos la cena y nos despedimos.

Y di gracias a Dios, a un Poder del que a veces reniego por ser tan mudo, pero feliz de ser como soy, y mantener amigos tan imperfectos pero sinceros y humanos.

La próxima cena será en mi casa, se quedarán todos a dormir, por los controles de alcoholemia, acamparán en la sala, o en la cocina pero no volveremos a someternos a una área de “No fumadores”

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