domingo, 4 de febrero de 2007

Un cruel micro relato.


Existían evidentes razones y antecedentes de más para predecir su suicidio, Edger era ese tipo de personas que les dolía todo, hasta el aliento de las personas y las actitudes de gente que no volvería a ver en su vida.
¿Cómo? pregunta la madre de Edger, llorando.
-Siempre prestaba atención a las personas ancianas que buscaban en los contenedores de basura, y cualquier tipo de comentarios de vagabundos e inmigrantes desempleados, seres al margen, transeúntes aparentemente normales, pero él siempre se fijaba en los marginales, su hijo Sra.Romeri era el ser más sensible que conocí y con quien me he relacionado más y mejor, en todos los aspectos de mi vida. Esta es la única autoridad que me da hablar profundamente de él, ninguna otra.
Las comisuras de Miguel se movieron cayendo hacia abajo pesadamente, de la misma manera que hace el cerebro con las de algunos niños que no quieren soltar el llanto.
La madre de Miguel le estrechó el antebrazo, haciéndole un gesto que demandaba su compresión y le dio la espalda.
Abrazo a su amiga, con tanta ternura, perdonando y aceptando, recordando y queriendo olvidar, el temblor de la Señora Romeri entre los brazos de su amiga, era la erupción del continente entero de la frustración. Se dio cuenta que había perdido el alma y tenía que continuar viviendo, sabiéndolo.
Y sólo se limitó a repetir una y otra vez.

¡No puede ser María!

¡No puede ser María!

¡Nosotras lo conseguimos!, ¡nosotras si lo conseguimos!.

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