sábado, 18 de agosto de 2007

Rumeándo

Casi no leo.
Además la anemia esa persecutoria siempre va tras de mí.
La siento cuando las comisuras de mis labios se agrietan y las pobres no saben como llorar de dolor, no es un pleonasmo pero también se llora de placer y de ganas de tocar la moral a los demás. Que más da, mi diminuto espacio, ese donde estoy y soy no da para más.
Me levanto, como como las cucarachas: de noche y hurtadillas. Y luego despierto desesperado soñando que me pongo un pantalón encima del otro.
Tengo pereza de contestar el teléfono a mis amigos, y el único placer que me doy, es el que puedo en el plano onírico. ¿Alguien se atreve a señalarme con la mano?

Es normal casi no leo.