jueves, 13 de diciembre de 2007

Mis latinos... .


Vinieron de noche, primero llego el de los cabellos largos, venia cansado de las colmenas, con guirrios en las entrañas, y mil kilómetros de culturas ajenas, mezcla de Guayaquil, y los hombres hermosos.
No eran mellizos, sólo hermanos que querían sacar la cabeza arriba del nivel del mar.
Eran tan angostos, que cabían dentro de una diminuta caja de mensajería.

Ayer llegaron obsesos y etílicos, los chicos de Guayaquil, nunca tuve miedo, aunque son el miedo personificado.

Cuantas veces los mataron, cuantas los resucitaron, fueron enterrados, adorados, y velados entre guirnaldas de un continente que chupa sangre de la tortura de los injustos.

El Rey le vuela la melena al viento, el Principe aborigen esta pensando las estrategias del sol y el volumen del viento, el calor de los decibelios.
No sabe que la ambigüedad aquí, lejana de ser pecaminoza
Tiene principios de Reina y Poderosa Señora.

Salgo de Guayaquil con la las banderas del mundo en los sobacos,
Salgo de Guayaquil con los mares en los ojos, deseando y añorando, ser por un momento el dueño de los dos polos: Me gusta el Norte porque remueve mi inteligencia, el sur tiene la capacidad de perturbarme mentalmente. Y a veces los orgasmos viciosos de la inteligencia suelen ser tan incapacitados de piedad, que te sodomizan el alma.

Salgo de Guayaquil, con nada en las manos, una niña diminuta como una hormiga, muerde una Guayaba tan madura que huele a podrida, y me alimento de ella como un sobreviente.

Y eso es lo que soy un sobreviviente caminando descalzo por las aceras ardiente, como el mismo infierno, el asfalto asqueroso de Guayaquil.