domingo, 20 de enero de 2008

Una carcajada mefistofélica...:


Pensaron que estaba muerta, la enterraron viva como a la cigarra.
Regresó vestida de escolta del Zar, y en media Plaza Roja se travistió de Zarina.
La buscaron en el extrarradio de su pobre existencia, y como una hoja seca ¡la pobre!, estaba metida en su cama, con falsas plumas de ganso, y sintéticas ilusiones.

Pensaron que había partido a la cumbres de la nada. Buscando por última vez la solución a la desgracia. La anunciaron en las esquelas del Everest, la cincelaron en todas las listas de los desaparecidos, la durmieron en una cámara congelada, para ser despertada dos mil años después, cuando la muerte sea una patología divertida, y absrda de la ciencia.

Vinieron los zanganos, la quisieron cubrir de laureles, anexaron su rostro en el mural de "La creación" de la Capilla Sixtina, anunciaron su desaparición como si hubiese sido la ascensión de la misma Virgen María.

La vituperaron, juzgada de asceta, de excentrica anacoreta,
Hablaron de ella, y de sus dedos amarillos de nicotina.

Sus seguidores cantaban elegías y arrojaban su flor preferida "Amarillis" al Bèsos.
La buscaron en la morgue, en los frascos que alojan fetos en los institutos escolasticos.

Dijeron que limpiaba tumbas en el Cementerio de La Almudena.
La propusieron como hija predilecta de Barcelona
las negritas nigerianas dejaron de trabajar un sábado en las Ramblas.
Y se congregaron en el Parc Güell a cantarle canciones fúnebres de Mama África.
Nadie las vio porque era de noche, pero sus voces llegaron hasta Perpignan y Montpellier

Le dieron todos los galardones a título póstumo, desde la medalla de Isabel la Católica hasta la Cruz de Sant Jordi.

Su silencio, sello bocas y abrió el Mediterráneo, su silencio la escondió desnuda.

Los neonazis le raparon la cabeza frente a la Pedrera, y vendían sus negros mechones como reliquias de Santa.

Todo esto sucedió en cuatro semanas.
Pero hoy la vimos en el metro, iba colgada de un pasamanos con sus guantes de látex, y nos miro de soslayo.

No se detuvo a besarnos, sólo dijo tengo tanta prisa, voy a cobrar el "paro", he estado durmiendo cuatro semanas.

Entonces de su boca emano una carcajada mefistofélica.

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