jueves, 11 de enero de 2007

La Modotti


Dedicado a Chiara Marconi.
Otra italiana revolucionaria. Amante de lo hispano y nieta de partisanos.

Llegó a mi casa jadeando, como una perra en brama, al hablar hacia unos espasmos de carcajadas insonoras, y encuentro de manos sin sentido , como Celia Cruz en sus últimos tiempos, todo era asfixiante y el peso de la asfixia la hacía convulsionarse en el sillón de mimbre, que me trajeron unos narcotraficantes gallegos desde Veracruz en barco hasta El Ferrol. (No me cobraron los portes)
Cuando logré que se calmara, estaba contagiado por su risa fácil y su hilarante estado mental, pensé de repente en no aceptar la situación y conspirar contra su felicidad, pero pudo más en mí la decencia que la decadencia.
Total, (Como dicen las de Tijuana) La Modotti se calmó, y encendió un cigarillo, echando la melena hacia la derecha, como daba las jaladas al pitillo, y las bocanadas le vestían de enigma,
-¡Maldita Perra! - Le dije.
No sé inmutó, seguía, ya tranquila con la pierna cruzada, en la izquierda el pitillo, y con la derecha se tocaba el pelo, en un instánte lo reprimio en un complejo nudo.

Luego con la misma agresividad de las italianas vulgares, apago el pitillo consumido a medias, en un plato pequeño de porcelana de Lladró, recorrió su vista por la estancia, cuadros cubiertos con sabanas, tallas de todo tipo, esculturas llenas de polvo, una virgen esculpida por Beruguette, la veía con esa mirada estáticas, que tienen los Santos de bulto, que a la vez parece que siempre te siguen. Pero ella parecía retar a la divinidad.
Y espeto: - Camarada, yo no sé por qué los colegas españoles se aferran a estos putos bultos, de ídolos asquerosos y pusilámines- Yo ahorita mismo los quemaba. ¡Madonna!- Exclamaba. (Le salía la vena mexicana, Jijos' de lachingada)

La observé porque sabía que lo había hecho, y le dije:
-Tina, Tinísima, no tenías que haberlo hecho, tu no eres una....
Ella me vio con esos ojos negros sujetos en un abismo de ojeras, su pelo negro, la falda negra, y el pelo recogido, parecía la misma Modotti, que llamaba “Eduardito” a Edward Weston en nuestros años en México, la misma que enamoraba hasta los nopales.
Con su cuerpo erguido en posición de protesta, lúgubre de vestimenta, falda negra, cenizo el cuello de la blusa, esplendorosa de rostro, ojos de entropía, me respondió:
No soy enfermera, no soy Dios; los nacionalistas esta a la vuelta de la esquina, las tropas del asqueroso de Franco los matará igual, pero con menos dignidad.
Y además tenía tantas ganas de quitar una vida,
y pensé: en tiempos de Guerra que más da la mía , o la de ellos, y jugué a sentirme Coatlicue la devoradora de excrementos. La Diosa.
¡Porca Putana!
Recoje tus cosas Concha y vamos con Vittorio, olvídate de está casa que te regaló Alberti, además tu eres lesbiana y sigues cantando, tus corridos mexicanos, ¿Te conté que la mamma murió? He visto tanta muerte que no imagino la de ella.
Degusto el sabor a la muerte que creo que la llevo impregnada.



¡No la chingues!


Olvidate de tus equipales.

2 comentarios:

Fackel dijo...

A propósito, muy recomendable el libro "Tinísima", de Elena Poniatowska.

Saludos.

Diego Montoya Avilés dijo...

Elena Poniatowska es una de las escritoras sobresalientes en un México de ignorantes, como lo prentenden todos los que mandan. Ella manda, por lo tanto miente.

En Tisíma, oculta la verdadera personalidad de una Maria republicana encubierta por la guerra civil extranjera, y como ingenua, que es la Poniatowska, pensó que podía susbtituir a Sor Juana, lo que no sabe que Elena Garro, ha sido ya la segunda, ella siempre será la opotunista extranjera, que se hizo famosa por lista y tener el encargo de entrevistar personalidades, incluso Octavio Paz me dijo un día, !la helena, es ninfomana de la mentira¡