Cada vez que tengo que quedarme a realizar trabajos de amor perdidos, el aliento se hiela, y la saliva dulce resiste a las inclemencias de la jornada.
¿Quién iba decir cuan lejos llegaran los parpadeos del viento?
¿Quién apostó por mi después de los estupidos escultores de hombres de Pampuri?
Cuanta rabia da no poder llegar a casa porque vivis en laciudad sin limites, y sin aliento, disfrutar de mi propio olvido.
sábado, 9 de junio de 2007
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