lunes, 18 de junio de 2007

Voy al otro lado del mundo y no lo siento.

Veo su rostro profundo, su rostro es un duro muro, pongo el entrecejo en escayola, y precinto a todo el mundo. Si tenemos que controlar, no te atrevas con terceros, las víboras han de volar, las mortales y con veneno. Las torpes se arrastraran con resignación y silencio.
Y yo, como terapia comenzaré a posar, cantando mis descontento, algún enfermo he de enamorar, algún enfermo de miedo, a esos que no les ha de importar el tamaño del sexo, ni la profundidad de la confusión, ni el ardor del deseo.

Volvamos al catecismo de la realidad del Dios. El único, dijo sentado en una zofra de lentejas, si quieres ser: se.
Si no: vive perpetuamente, conmiserándote

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