domingo, 3 de diciembre de 2006

Descubriendo la vida


Hoy estaban muertas tres palomas en el balcón de mi casa, una de ellas murió cruelmente había caído sobre un cacto, en Valladolid detestaba a las palomas, ratas con alas (como las llama Alberto de Paz Simón). El cristal de la puerta las reflejaba y duplicaba, froté mis ojos llenos de legañas, oníricamente pensé en Alicia observando el mundo al otro lado del espejo y lo mezclé con una imagen mental de desembarco de Normandía. (Así funciona mi cabeza) Anoche hizo viento y no salí con mi amigo Elfo a limpiar los aires, con los pájaros nocturnos, aún así. Estas aves han venido a traerme sus ósculos de muertas a las ventanas altas y vírgenes de mi casa, en esta ciudad es muy difícil sentir compasión, pero sentí mucha compasión, y lloré, ante la mirada atenta de miles de ventanas de los otros edificios, recordé cuando comí pichón en Navarra, y las veces que las apedreaba tras la lápida de las Huelgas reales en Valladolid, porque no me dejaban dormir en horas que la gente no duerme, vive. Pero la anemia, la ausencia de Santos y el miedo endémico que tengo a la indigencia, el ipod y la Sortida de Navas, el bocadillo de Oscar, los mismo calcetines de ayer, mi turno de reciclar el papel de la semana, y en fin, el pensar en mi domingo, que cargo siempre con las basuras de la semana, hicieron que olvidará recoger la paloma ensartada en el cacto, como el cuadro de Frida Khalo <> y aquí estoy abriendo puertas, entregando maletas y recibiendo otro tipo de ósculos. Es otro domingo, otro maldito domingo. Mientras el cactos se vuelve carnívoro.

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