martes, 5 de diciembre de 2006

Hojarascas muertas Vol.1


Junio de 2005


De repente todo tiene nombre, y observo las cosas como son; O con su sentido real en el que intentan ser. Estoy solo, (Sin acento que es peor solo que existe) y no estoy enfadado por ello, no recibo visitas, desaparecí de las comidas de mis amigos, el teléfono no suena, mi cuenta corriente es morosa. En sí: no tengo compañía.
Y me asusto con la tranquilidad que vivo el olvido y me regala el silencio, y esta cueva que aparte de no ser mía, te ofrece muy pocas comodidades.
Sé que tipo de mortal soy, entre lo humano y yo esta perenne un cristal opaco, en cuanto lo cruzo se desquicia todo: desajuste mental, incontinencia verbal, des control y destrucción.
Por eso prefiero la seguridad de mi casa, tengo ya muy rebuscados los aires de la noche, copulé con ella y hundí mi talento en su ingle derecha, allí lo dejé macerar; y sólo (con acento) conseguí fragmentarme y al recolocarme: conocerme. Conocerte es la peor de las enfermedades venéreas, y que te conozcan alguien: el peor de los castigos sicológicos.
Y aquí estoy en cuarenta metros cuadrados que son imposibles de iluminar, iluminó por secciones y escenarios, como en el teatro, esta es una comedia experimental, sencilla, incluso anodina: Mobiliario raquítico, iluminación trémula, luces primitivas, casi roca contra roca, luz blanca y luz negra. Este es mi espacio vital.
El atrevimiento me deja la puerta sin cerrojo para que salgas despavorido a la vorágine nocturna, las fauces están abiertas, dislocadas, hambrientas; mas no tengo ganas, no quiero decapitar la última cabeza con materia gris que conservo. Entonces me contengo.
En esta agorafobia demasiado personalizada que padezco, la gente no entiende cómo mientras ellos disfrutan de las mieles estivales, yo prefiero estar masturbándome en la oscuridad. Es incoherente que después del arduo invierno, prefiera los imperceptibles y enloquecedores ruidos, maniáticos de las tuberías y rendijas de mi casa, a la calle pletórica de sol=serotonina.
¿Cual es el momento idóneo en la balanza del tiempo? Primavera, verano, otoño... .
Y aquí sigo escribiendo para mí, y mientras lo hago envejezco, que envecejer es el otro estorbo insoportable de la existencia.

2 comentarios:

Fackel dijo...

¿El momento idóneo en la balanza del tiempo? ¿Una estación? ¿Por qué no todas las estaciones del año, de los años, de los ciclos, de las eras, del tiempo no medido...? Tal vez el momento idóneo es cuando te estiras con satisfacción...Vuelcas ahí entonces toda tus aspiraciones. Es efímero, pero es auténtico.

Me gusta tu escritura, me rejuvenece, me gusta esa rabia domesticada que a veces taja el alma.

Saludos.

Diego Montoya Avilés dijo...

Quien eres????
Viquita Palancares?????